Las temperaturas que se alcanzan en España durante el verano pueden ser muy elevadas, lo que no solo afecta a la mecánica, sino también a la pintura, los plásticos interiores y, en general, a todos los acabados del vehículo que sufren bajo el tórrido sol.
De la misma manera que no es recomendable, por ejemplo, tener un coche parado durante el otoño o el invierno, para así evitar que se llene de hojarasca o que no arranque a la primera tras pasar noches a muy bajas temperaturas, en verano es incluso más que recomendable moverlo. Lo idóneo es utilizar el coche lo justo y necesario para evitar que se vea afectado por el calor.
Y es que, en los días más calurosos del verano un coche puede llegar a alcanzar temperaturas de hasta los 70 grados centígrados en su interior. Volante, asientos, salpicadero… Sean del material que sean van a experimentar un padecimiento inusual, hasta el punto de que pueden agrietarse o incluso cambiar de color por estar mucho tiempo expuesto al sol.
Por eso es recomendable mover el coche de forma regular y elegir siempre lugares diferentes, intentando que esté a cubierto. No obstante, si no se dispone de garaje o se encuentra un aparcamiento techado, lo idóneo es buscar zonas de sombra durante la mañana y la tarde.