Una menor visibilidad provoca que a los conductores humanos tengan más dificultades a la hora de conducir, por lo que siempre será más fácil que comentan errores al volante durante la noche que durante el día. Sin embargo, ¿ocurre lo mismo con los coches autónomos? ¿Estos se ven afectados por la cantidad de luz que haya?
Los coches autónomos disponen de cámaras, que son las que les proporcionan la visión, menos flexibles en capacidad de adaptación a los cambios de luz que el ojo humano, especializándose en ver mejor en unas condiciones conocidas de luz, distancia y velocidad, por lo que ven mejor que nosotros en determinadas condiciones, pero que les limita en condiciones de baja iluminación.
Ante esta situación, los ingenieros han optado por añadir al automóvil diferentes tipos de ‘ojos’ y ‘oídos’ cuyo funcionamiento no depende de las condiciones de luz, como por ejemplo los sensores LiDAR, RADAR, GNSS (GPS), e incluso ultrasonidos.
Cada una de estas tecnologías tiene a su vez limitaciones importantes y un uso muy específico, pero su combinación permite garantizar que, en general, la percepción que tiene un coche autónomo de su entorno es mucho mejor de la que puede tener el ser humano.